Los crímenes de Alberto Barrera Tyszka
Mención especial merece el excelente primer cuento de la serie: una pareja con el amor en peligro de extinción encuentra gotas de sangre en la alfombra y van tratando de descifrar el enigma al tiempo que repasan, como quien no quiere la cosa, los pequeños crímenes que acontecieron durante el tiempo que estuvieron juntos: el desgarro de corazón producido al novio anterior de ella cuando lo deja de un día para el otro; la matanza con revólver de un murciélago alojado en la persiana de su habitación y la muerte de un hijo antes de nacer. El lenguaje de Alberto Barrera Tyszka es económico, hipnótico, pero plagado de comparaciones poéticas. Si bien ninguno de los diez cuentos que componen este libro se ponen a conversar entre sí, mediante recurrencia de personajes, lugares ni fraseos, Tyszka logra, de manera muy original, un efecto semejante. Estos cuentos no remiten a un pasado lejano ni a un futuro próximo, sino a un presente perturbador: “Esta mañana, al levantarse, encontraron cuatro gotas de sangre sobre la alfombra”; “Dos o tres metros más allá, casi en el mismo momento, Idelmaro Jiménez se derrumbó. Es un hombre de sesenta y cinco años que se mantiene en muy buena forma física”. La combinación entre la narración en tiempo real y el pasado de esa sangre nunca fresca de estos crímenes, sumado a que muchos de estos finales son superabiertos, hace que los personajes se vayan acumulando en una especie de largo pasillo aun cuando su respectivo cuento haya terminado. Como si este libro de cuentos constituyera una novela en la que, en distintos espacios pero en un único tiempo, carne fresca vislumbra sangre añeja. Algo que concluye el propio autor diciendo, en uno de sus cuentos, que “el tiempo es el único crimen perfecto”.
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