Carlos Fuentes en Buenos Aires
De regreso de la Feria del Libro en Santiago, Carlos Fuentes pasó por Buenos Aires para presentar Adán en el Edén, su nueva novela, editada por Alfaguara. Con más de 80 años a cuestas, Fuentes (declarado no-lector de Roberto Bolaño) es un holograma viviente de lo que fue el Boom Literario: Atildado en su forma de vestir así como en sus declaraciones (solo sus cejas están alborotadas anota Silvina Friera), no rehuye a hablar de política, corrupción, narcotráfico, América Latina, humor, lector activo, frases como "La ironía es un hecho existencial", Obra Abierta, metaliteratura, matanza de Tlatelolco, El Quijote, Góngora y Quevedo en la misma entrevista. Unas respuestas absolutamente boomeras, cuando Fuentes autografiaba libros a las Miss México, daba conferencias en aulas universitarias de América Latina a hippies fuera de época y luego almorzaba con el Rector después, y solía usar elegantes corbatas italianas (que César Aira convirtió en personaje en una novela) y pañuelos de seda en el cuello. Algunas preguntas y respuestas a Silvina en Página12:
–Más allá de la farsa y la comicidad, en la novela se dice una frase que refleja el meollo del problema: “Los gobiernos pasan, las armas quedan”. ¿Por qué decidió que el trasfondo fuera el narcotráfico?
–El trasfondo de la novela es el horror del narcotráfico mexicano, un narcotráfico que lleva a un tema muy amplio, muy universal, que es cómo tratar este asunto. ¿Se lo combate? En México se ha comprometido al ejército porque la policía es demasiado corrupta, pero el ejército corre el riesgo de contaminarse. ¿Qué recursos tenemos? Estados Unidos también está esperando el momento para entrar y hacerse cargo de un problema que afecta a la seguridad norteamericana. Yo estoy a favor de la despenalización de la droga, aunque sea de manera gradual. Es la única respuesta. No se puede combatir con las armas a gente que tiene más y mejores armas que los propios ejércitos latinoamericanos. Cuando el presidente Roosevelt despenalizó el alcohol, si bien siguió habiendo borrachos en Estados Unidos, ya no hubo más Al Capones.
Es muy fuerte el registro periodístico que aparece dentro de la novela, sobre todo cuando Góngora, como responsable de la seguridad pública, hace declaraciones a la prensa. Lo primero que dice al asumir es que “todos somos cadáveres por venir”. ¿Por qué trabajó tan deliberadamente este registro?
–La novela nace como género de géneros con Cervantes; hay épica, picaresca, novela de moda, científica, novela dentro de la novela; hay novela con personajes de la vida diaria, con personajes reales. Desde sus orígenes la novela se presenta como ese género en que cabe todo. Se puede meter todo en la novela, lo periodístico, el ensayo, la filosofía, la lírica, el relato. Todo cabe en una novela sabiéndolo acomodar. La novela es un basurero de la literatura, pero de ese basurero vivimos todos. El acento en lo periodístico me permitía que el personaje, Adán Gorozpe, piense en lo que pasa cuando lee las noticias. Pero la novela también se da a sí misma en un momento en que en una heladería de Buenos Aires leen Adán en Edén Tomás Eloy Martínez y Sergio Ramírez; de la misma manera que el Quijote se entera de que se vende un libro que se llama Don Quijote de la Mancha, y él dice “ese soy yo”. Ese es el juego en que la novela se declara ficción.
–En este sentido, se plantea desde las páginas de Adán en Edén que no hay desenlace, hay lectura; el lector es el desenlace. ¿Por qué el rol del lector es tan fuerte en esta novela?
–Una novela que se cierra a sí misma se condena, no se puede volver a leer. No se puede volver a leer una novela de Agatha Christie porque una vez que se sabe quién es el criminal el autor de la novela se tira a la basura. Para mí la novela tiene que quedar abierta para el siguiente lector. Siempre digo que el siguiente lector del Quijote todavía no nace porque la novela ha llevado 500 años y seguirá otros 500 o 2000 años más. La novela tiene que quedar abierta para que el lector la continúe y la transmita a otros lectores.
–¿México es un país enamorado del fracaso, como dice uno de los personajes?
–Bueno, aunque lo dice un personaje, creo que es cierto. México es un país que ha sufrido mucho, que ha tenido grandes catástrofes, sobre todo desde la independencia. Nos llevó mucho tiempo organizar un Estado nacional. Teníamos un Estado sin techo, porque la colonia era el techo de nuestros países; luego teníamos muros y los derribamos, pero nos quedamos en dictadores como Santana. Después hubo un intento de reforma, pero volvimos a caer en la dictadura. La revolución se vio a sí misma como una revolución que le daba entrada a toda la realidad del país, la educación, la cultura, el progreso, el desarrollo económico. Los setenta años del PRI fueron una especie de alianza nacional de centroderecha o de izquierda, bajo una misma cúpula, que realmente se volvió intolerable a partir del año ’68 con la matanza de los estudiantes en Tlatelolco. A partir de ahí, el PRI se empezó a desintegrar y entró a la oposición. Le atribuimos la corrupción al PRI, que ha estado siete décadas en el poder, pero luego descubrimos muy rápido que el PRI no tenía el monopolio de la corrupción, que en los otros partidos también había corrupción. El PRI era corrupto pero eficaz... y va a volver en el 2012. Se lo aseguro.
–¿La corrupción es el combustible del sistema político?
–La corrupción es endémica en todos los países del mundo, sólo que en algunos se revela y se castiga más que en otros. Los Estados Unidos es un país corruptísimo; lo que pasa es que hay un sistema judicial que descubre a los corruptos y los castiga. Ningún latinoamericano llega a ser tan corrupto como Bernard Madoff (el ex financista acusado de fraude), condenado a 150 años de cárcel. Un mexicano cínico –yo no lo soy– le diría que la corrupción es el aceite que mueve una sociedad y que sin corrupción no hay progreso...
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