Benjamín Taylor en las estrellas
Así como la última novela de Dan Brown fue triturada por Rodrigo Fresán, El libro de la venganza (Mondadori) de Benjamin Taylor ha despertado su entusiasmo. Es más, lo ha exaltado. Dice como conclusión en su reseña en el ABCD: " Quien firma esta reseña da las gracias por Benjamin Taylor con la firme creencia de que su aparición en nuestro firmamento es todo un hallazgo. Y cree también que Benjamin Taylor ha llegado -está escrito en las estrellas- para quedarse en el cielo de nuestras bibliotecas. Mirémosle brillar, como sólo muy pocos brillan, ahí arriba, más arriba todavía." Se despeinó Fresán. Se desmelenó. ¿Tanto?
En apenas 185 páginas de arrebatado acontecer y elegante reflexión, Taylor nos cuenta una historia que daría para numerosos tomos pero que, a la velocidad de la luz, se las arregla para condensar varios años de historia pública (la tumultuosa década de los 70; hay aquí también momentos que recuerdan a E. L. Doctorow y al modo en que aborda lo político en obras como El libro de Daniel) y la vida privada de Gabriel Geismar. Hijo gay de rabino tiránico, torturador de insectos durante su infancia sureña y aspirante a astrónomo que, obsesionado por el resplandor de las estrellas muertas, es abducido por la incandescente nova de la familia Hundert en general y, en particular, por el volátil activista Danny y la apasionada vegetariana Marghie. Dos hermanos gemelos malditos e iluminados, jóvenes y últimos cometas de una familia genial de judíos húngaros que -huyendo de la vieja Europa y arrastrados por el patriarca de la tribu, el genial físico Gregor Hunder- entran de lleno en la gran historia de Estados Unidos. Pero la participación en el atómico Manhattan Project, el análisis obsesivo de clásicos del cine norteamericano, el odio a Nixon, un premio Nobel, o el cataclismo cósmico de Vietnam, no alcanzan -más allá de lo que suceda allí afuera, en el rabioso presente- para escapar a la onda expansiva de un big bang que estremece a los esqueletos encerrados en el armario del pasado, flotando perdidos en el espacio. Y otra vez -como siempre- aquello de que las familias infelices lo son siempre de modo diferente y aquello otro de que toda saga con clan disfuncional será siempre, de algún modo, un thriller estrangulado por lazos de sangre. Y, sí, suele suceder: el outsider Gabriel, que no tiene nada que ver con ese nuevo mundo que explora -una clase acomodada donde todos están más o menos secretamente incómodos-, acaba siendo quien altera su órbita enferma para, de algún modo, redimir a sus habitantes apuntando su telescopio hacia el ayer y así contemplar con los ojos bien abiertos el eclipse total que ha oscurecido a los Hundert. En el primer capítulo, Gabriel Geismar -fugitivo de la fe de sus mayores y, enseguida, prisionero de la ingravidez dogmática de sus compañeros de generación- comprende que su destino será el de «sustituir creencia por hallazgo» y que serán las constelaciones las encargadas de orientar su camino hasta, en la última página, sentir por fin que «todo es predecible, todo está bien» habiendo alcanzado ese «misterio inmatematizable por el que el peregrino da las gracias».
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Es una novela espléndida. Describe la tortuosa búsqueda de la identidad de Gabriel Geismar y el tránsito de la adolescencia a la edad adulta.Un tour de force que desveló dos noches de mi sueño. Benjamin Taylor es un mago de la literatura. Imprescindible.
http://huracanesenpapel.blogspot.com/2009/10/el-libro-de-la-venganza-de-benjamin.html
Saludos
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