MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Fogwill por él mismo

Fogwill. Fuente: diarioperfil

El primer comentario en la página web del suplemento Ñ, luego del artículo Fogwill por Fogwill, declara: "Hay días que me siento tan Fogwill". ¿Y qué es ser o sentirse Fogwill? Un poco descreído, un poco despeinado, un poco genio loco, un poco huevón, un poco cínico, un poco mentiroso, un poco con ganas de joda, un poco ladilla en serio y un poco por las puras, algo envidiosillo y algo seguro de sí mismo, subestimado u sobreestimado al mismo tiempo, bastante egomaniaco y sobre todo, castigado por una cabalgante incontinencia verbal. Así es Fogwill y así habla sobre sí mismo:

Yo vivía en una pocilga vecina al departamento de mi mamá. Cada día, volviendo de trabajar, pasaba por su casa a saludar y a surtirme de comida antes de irme a engordar mi Memoria Romana y revisar las novedades de su enfermedad. Ella estaba enferma y yo trabajaba en una agencia de publicidad donde se daban cita comodoros y generales a repartirse las ganancias de las cuentas publicitarias de las empresas intervenidas por el Banco Central: las marcas Noel, Resero, Ferrum, el grupo Greco, el Grupo Catena y otras. Era una mina de oro y allí participaba en conversaciones en las que un brigadier retirado Cabrera, por entonces vicepresidente del Central y un general activo Saá se jactaban de la victoria inminente de las tropas argentinas. Como yo imaginaba miles de muertos, la escena no daba risa, sino pánico. Esa tarde, creo que fue el primer martes de mayo del 82, al llegar a la casa encontré a mamá y a la empleada que la cuidaba pegadas al televisor y mamá me recibió gritando entusiasmada:
—¡Hundimos un barco...!

Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el horror que me producía el veneno mediático inoculado a mi familia.Entonces volví a mi pocilga, escribí la frase "mamá hoy hundió un barco" con la que di por terminada para siempre mi fallida novela romana, cargué otra hoja de papel en la IBM y doce horas después había completado la mitad del relato de Los Pichiciegos: cien mil caracteres que, sin hacer mal a nadie, siguen tan vigentes como Giancarlo Elia, que ahora es un rico empresario y mecenas de la Fundación Valori que subvenciona los premios de la academia francesa de ciencias y diversos premios a servicios humanitarios. En el currículum del mecenas se destacan lauros de Unesco –Gran Cruz al Merito–, Francia –la Légion d´Honneur–, y la Orden de Isabel la Católica de España y la del Libertador, concedida por la Argentina en 1973. Vinculado por amistad y negocios con los más altos dirigentes de China, Libia, y, hasta su muerte con el rumano Ceausescu, fue reconocido como benefactor del estado de Israel por el primer ministro Simon Peres por su aporte a los vínculos entre Tel Aviv y la elite dirigente de Pekín. Entre las metas de la fundación Valori figura la conservación de las lenguas y las canciones tradicionales. Justo él que tanto contribuyó a la conservación de la marchita peronista que ahora suena en la Secretaría de Cultura de la Nación.

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2:01 p. m.

Lo que no deja de ser es un excelente escritor, por suerte...    



8:06 p. m.

“un poco huevón, un poco cínico, un poco mentiroso, un poco con ganas de joda, un poco ladilla en serio y un poco por las puras” Te aseguro, Iván, que vienes de tener relaciones con una mujer interesante y deseable. ¡Buen provecho!
SEGISMUNDO FREUDICH.    



7:58 p. m.

que cara de orate!    



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