¿Por qué se suicidó Primo Levi?
Belaqva ha publicado la ambiciosa (más de 700 páginas) biografía de Ian Thomson sobre Primo Levi, el notable escritor italiano sobreviviente del Holocausto. Aunque al parecer, como anuncia la reseña de Fernando Bogado en Radar Libros, no queda descubierto ningún aspecto de la vida de Levi, es el suicidio del narrador el tema central, el núcleo del laberinto, en esta biografía. ¿Por qué se suicidó Levi? Bogado anticipa algunas de las conclusiones de Thomson:
Quizá la duda más determinante que arroja esta biografía en sus más de 700 páginas es la que gira en torno de los motivos del suicidio de Levi: ¿se quitó la vida debido a los tormentos ocasionados por sus recuerdos del campo de concentración? Podríamos decir que es la hipótesis más débil de las que baraja Thomson (casi detectivesco, el libro comienza con un capítulo en donde se pasa registro a las declaraciones que los testigos del suicidio dieron a la policía). En amenas charlas o cartas con diferentes interlocutores, Levi decía sentir nostalgia por Auschwitz, su “Universidad”. A estas polémicas declaraciones debemos atemperarlas con el verdadero significado que para el turinés tenía su supervivencia: impulsado a dar testimonio, no deja de remarcar que su misión era decir la verdad, mostrar la crudeza de los datos y la vida cotidiana en el Lager para que la humanidad juzgue y evite tomar de nuevo el errado camino del fascismo. Por eso los libros, por eso sus conferencias internacionales y la obligatoriedad de sus obras en las escuelas italianas. El autor parece inclinarse, luego, por una hipótesis un tanto más arraigada en los documentos de los últimos años de Levi: su vida rutinaria en el Corso Re Umberto 75, lugar que lo vio nacer y morir; la enfermedad de su madre –quien, pese a las expectativas de Levi, sobrevivió por algún tiempo a su hijo–, los problemas conyugales con su esposa Lucía. Tal vez el agobio de una vida en donde trató de mantener la calma frente a los ojos de los demás terminó por saturarlo y lo obligó a arrojarse del tercer piso de su hogar, entre las escaleras espiraladas, siguiendo el mismo método de su abuelo, Michel Levi, quien también había encontrado la muerte tras tirarse en 1888 de un tercer piso (precipitazione dall’alto, caída desde lo alto, según los informes). O la tragedia de una sentencia cuya ejecución fue demorada del ’45 al ’87; o el fruto más amargo del cansancio emocional: las dos versiones muestran dos interpretaciones de la vida de Levi, siempre encerrada en el conflicto de mitades que no pueden integrarse, casi como su concepto de “zona gris” (judíos víctimas que se convierten en victimarios de sus congéneres para obtener favores especiales de los nazis), casi como el centauro, por siempre, bestia y hombre: mitad hundido, mitad salvado.
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