MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Un opa ruso

Carátula del libro. Fuente: boomerang

Como un Bartleby ruso ha calificado Rafael Narbona al protagonista de Petia camino al reino de los cielos, la novela del ruso Mijaíl Kuráyev editada recientemente por Acantilado. Petia es lo que en la sierra del país se llamaría el opa del pueblo, el loco inofensivo. Sufre retardo mental y en vez de decir el clásico "Preferiría no hacerlo" repite siempre "Camarada, la documentación y la hoja de ruta”. Señal de otros tiempos. La reseña en el suplemento El Cultural de "El Mundo":

Mijaíl Kuráyev (San Petersburgo, 1939) se interna en la mente de Petia con la precisión del virtuoso en el ejercicio de una pieza profundamente interiorizada. Esa exactitud se manifiesta en su estudio de la fuga. La fuga es la vida para un deportado e incluso para el hombre común, que al evadirse de su rutina, asume temporalmente la posibilidad de ser otro. Para el protagonista del relato, en cambio, es la calamidad más insoportable. Petia ama a Stalin, detesta a los que se fugan del Gulag, adora los uniformes, pero no es un sicario. De hecho, el poder le ignora, pues le considera un infrahombre. Su muerte accidental revela que el Gulag tritura con la misma indiferencia a disidentes, colaboradores e indiferentes. El sentido del Gulag es preservar la esencia del poder: ningún hombre está a salvo, la muerte y la tortura nunca son inútiles. Petia camino de los cielos recuerda las parábolas de Kafka sobre el poder, pero tamizada con la experiencia histórica de los totalitarismos. Inteligente, digresiva, con el gran estilo de los escritores centroeuropeos, tierna, cruel, más cerca de Dostoievski que de Tolstoi, su mérito central reside en el personaje de Petia, que en su profunda imbecilidad recuerda a los pobres de espíritu de las bienaventuranzas. Hay que rescatar la vieja noción de alma para entender la historia de Petia. Petia representa la escasez y la necesidad, el llanto mudo de los enajenados y la ignominia de la exclusión. Sólo la literatura que aspira a la verdad y no al entretenimiento banal puede hacer visible lo que el poder oculta en los sótanos de la historia.

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