Una mujer en Jerusalén
La leí hace unas semanas y quedé deslumbrado. El libro perfecto. Una mujer muere en medio de un atentado suicida en Jerusalén. Solo existe un dato sobre su identidad, una boleta de pago que le pertenece a una empresa panificadora. El gerente de Recursos Humanos debe encargarse de ubicar a esa mujer misteriosa que, para colmo de males, ha sido despedida injustamente y además la califican de hermosa. Ese es el argumento eque desarrolla Una mujer en Jerusalén, la novela del israelí Abraham B. Yehoshúa que ha publicado recientemente Anagrama (también editó La novia liberada) Mercedes Monmany está deslumbrada también en su reseña en el ABCD las Letras:
Una obra que logra conciliar y reunir en una trama aparentemente simple, la aparición de un cadáver sin identificar a causa de un atentado terrorista, un gran número de temas y motivos: tanto los directamente provenientes de una realidad histórica, material y «laica» concreta, como los ligados a un carácter mucho más metafísico, más inaprensible y sagrado de la existencia (...) Una novela sutil, oblicua, sugerente, en la que la única que tiene un nombre (Julia Ragayev) es precisamente la muerta, la «desconocida», a la que en vida le fueron negadas una identidad, unas circunstancias vitales, una personalidad más allá de su escueta ficha laboral. Y una novela que, utilizando como contrapunto colectivo a tanta soledad abismal un coro continuo y variado (trabajadores de la panificadora, soldados, propietarios de bares, campesinos, vendedoras de mercados ambulantes, guardias de frontera) que acompaña y comenta cada acción, como en las tragedias griegas, también cambia de signo, al cambiar de ámbito: si al principio el lector se hallaba ante una obra de misterio en busca de identidades anónimas en Jerusalén, hacia el final se convierte en una tragicómica road movie por el Este de Europa, con un cadáver en busca de un lugar de reposo