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Desembarco nórdico

Arto Paasilina, cabeza de lanza del desembarco nórdico. Fuente: capítulo cero

El número del fin de semana de "Babelia" tiene un especial sobre la siempre desconocida, pero deslumbrante para quien se interna por ahí, literatura escandinava. Aparece entrevistas a dos escritores de pronta aparición en España, y un artículo de fondo escrito por Elisa Silió que comenta algunos autores nórdicos desembarcados en España en los últimos años. Aquí un coctel de nombres y obras muy apetecible:

En 2008 saldrán al mercado quince títulos daneses, una cifra similar de suecos y noruegos, dos islandeses y uno finlandés. Y lo que es más esperanzador para sus intereses, quien se anima a publicarlos repite. Es el caso de Lengua de Trapo, que cuenta en su catálogo con tres noruegos: Kjell Askildsen, Dag Solstad y Kjartan Fløgstad. (...) En 1996 inauguraron su Biblioteca Nórdica en Ediciones de la Torre con una antología de cuentos escandinavos, a la que siguieron una poética y otra de relatos femeninos. "Fuimos pioneros, el problema es que no hemos sido capaces de comercializarlo", se lamenta José María Gutiérrez de la Torre, orgulloso de haber descubierto a Arto Paasilina en 1989 (El año de la liebre). El finlandés está hoy en la cartera de la poderosa Anagrama, que editó Delicioso suicidio en grupo en 2007, acaba de sacar en bolsillo El molinero aullador y adelanta que en otoño pondrá a la venta La dulce envenenadora. "La brutalidad de La naranja mecánica se transforma en Arsénico por compasión con unos pellizcos de Kaurismaki", se resume el argumento en su contraportada (...) En Cabeza de perro (Salamandra), de Morten Ramsland, Orejotas, siendo un niño, se pierde en el bosque una noche de auroras boreales y regresa horas después como adolescente. "Su ropa se había quedado pequeña y la sombra oscura que adornaba su labio superior no se iba ni con agua", se lamentaba en estas páginas su madre. En la patria de Ramsland, Dinamarca, el paisaje no es abrupto, sino domesticado y llano. "Lo que marca nuestra literatura es la falta de luz. Hay menos que en Suecia o Noruega porque tenemos menos nieve. De ahí la melancolía", relata Eva Liébana, profesora de Literatura Danesa en la Complutense. Igmar Bergman no es un verso suelto. Escribir o rodar una película tiene un efecto terapéutico en una sociedad introspectiva que anhela la felicidad. Lideran las listas mundiales de quienes se sienten más afortunados pero, paradójicamente, en Finlandia el suicidio es "casi un deporte nacional", en palabras de un socarrón Paasilinna. "Muchos campesinos viven aislados en medio de sus tierras y no se comunican. Además, no pueden aliviarse a través de la confesión porque en el luteranismo no existe. Hay siempre un sentimiento de culpabilidad. Y aunque ahora las iglesias están vacías, sí se conserva esa mentalidad puritana y austera aunque mezclada con ironía", cuenta Kirsti Baggethun, agregada cultural de la Embajada noruega y cotraductora de muchos libros con Asunción Lorenzo.
Con esta melancolía están escritos los relatos ahogados por la rutina de Los perros de Tesalónica (Kjell Askildsen, Lengua de Trapo); Johannes Climacus, o De todo hay que dudar (Soren Kierkegaard, Alba), la evolución espiritual de un joven que quiere ser filósofo; Las maestras paralíticas (Gudbergur Gergsson, Tusquets), una atípica historia de amor; Caminar o el arte de vivir una vida salvaje y poética (Tomas Espedal, Siruela), un viaje por la literatura y la filosofía; Pudor y dignidad (Dag Solstad), en la que un profesor de secundaria busca sentido a su vida, y Tu mi tú (Christina Hesselhold), erotismo para expresar el ansia de existir, estos dos últimos en Lengua de Trapo. Y en estas sesiones de diván literario, como es obvio, el peso de la familia es total. Por eso son muchas las novelas que reconstruyen la vida de varias generaciones, marcadas por oscuros secretos -no podía ser de otra manera entre introspectivos- y por su traumática relación con la Segunda Guerra Mundial. Con estos mimbres se escribieron Quien parpadea teme a la muerte (Knud Romer, Minúscula), El hermanastro (Lars Saabye Christensen, Maeva) o Grand Manila (Kjartan Fløgstad, Lengua de Trapo en octubre). "Estos escritores anticiparon problemas que están sucediendo en nuestras sociedades hoy, como la crisis de la socialdemocracia, del Estado de bienestar", razona Moreno. Sin ir más lejos, en Muerte de un agricultor (Nórdica), del sueco Lars Gustafsson, el protagonista se quejaba en 1978 de que la región "estaba siendo tratada como una cantera de materias primas, una especie de despensa de la que se saca todo sin poner en ella nada" (...) hay que remontarse a 1965 para encontrar en el suspense el compromiso social. Durante diez años un matrimonio de periodistas, Maj y Per Söwall, revolucionó el género policiaco sacando las miserias del Estado de bienestar sueco. Diez libros que en orden cronológico publica RBA. Tres de ellos -El hombre que se esfumó, Roseanna y El hombre del balcón- ya han visto la luz junto a Petirrojo, de Jo Nesbo. Un millón de franceses que ya saben que en Suecia no todo es almíbar gracias a la trilogía Millennium. En el primero, Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino), Stieg Larsson separa sus capítulos con cifras escalofriantes: en su país, el 46% de las mujeres ha sufrido violencia machista y un 92% de los abusos sexuales no son denunciados a la policía. La editorial planea sacar los otros dos tomos en 2009. Larsson murió en 2004 y hay quien se plantea si fue asesinado por los grupos nazis que investigaba. Un rompecabezas que se queda corto en comparación con el expuesto por su compatriota Anders Leopold en Det svenska trädet skal fällas (El árbol sueco debe ser derribado) que no ha sido editado en España. En él defiende que el presidente Olof Palme murió en 1986 a manos de Roberto Thieme, el ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional chilena (DINA) y yerno de Augusto Pinochet. El argumento no es kafkiano pues se basa en informes de los servicios secretos suecos.

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