¿Para qué sirve el español?
“¿Para qué chingados sirve el español?” Ese el tema sobre el cual los escritores mexicanos Gonzalo Celorio y Juan Villoro, además del periodista colombiano Daniel Samper y el titular de la agencia EFE y presidente de la Fundación del Español Urgente, Alex Grijelmo, disertarán en la FIL Guadalajara. A ver si algunos traductores españoles se caen por ahí. En Página12, Celorio da un adelanto:
Dice Celorio: "La idea es tener una conversación entre personas a quienes la lengua nos resulta un modus vivendi y ocupa un lugar preponderante en nuestra escala de valores. La idea del título fue más que nada publicitaria, para atraer a la juventud, porque no creo que a los jóvenes les interesara venir a una mesa que llevara por título algo así como: “El uso correcto e incorrecto de la lengua española en la época contemporánea”. Con esto trato de decir que la Academia es, por un lado, una institución conservadora, y qué bueno que así sea, de no ser así no podríamos hoy por hoy leer el Quijote. Por otra parte, la Academia no es normativa, no es prescriptiva, es descriptiva de lo que se da en el habla, y claro, elige del habla la norma culta, porque es la más rica, la más uniforme, porque es la que tiene menos variantes dialectales en el vasto mundo de la lengua española y porque, por otra parte, es mucho más fácil que la norma culta entienda las normas populares y no viceversa. La Academia lo que hace es describir de qué manera se usa la lengua en el ámbito culto y ésa es la que consigna en sus diccionarios. En este sentido creo que hay obras muy importantes, como el Diccionario Panhispánico de Dudas, que tiene una enorme cualidad, y es que acepta como válidas las modalidades lingüísticas de la norma culta de todo el ámbito hispanoparlante: si en España se dice “desvelar” una estatua y en Argentina se dice “develar”, si en Colombia se dice “exilado” y aquí “exiliado”, todo eso está contemplado. Otra cosa importantísima que, creo yo, no ha tenido la debida difusión es que en la última edición del Diccionario de la Real Academia Española, por primera vez en la historia, aparece la figura del “españolismo”. Los españoles pensaban que cualquier palabra que ellos usaran tenía per se validez general. Por ejemplo, la palabra “piso” por departamento es una acepción que sólo ellos usan. Y así, “tío”, “pelas”, etc. Para mí eso es el retorno de las carabelas, una reconquista muy importante, porque deja claro que ya no hay un sentido de superioridad de la norma peninsular frente a la americana. Además hay un dato fundamental para este análisis y es el estadístico: los españoles no constituyen más del diez por ciento de los hablantes, mientras que, por ejemplo, los mexicanos somos el veinticinco por ciento, es decir, uno de cada cuatro hablantes del español es mexicano. Por eso la idea del título fue para atraer gente con cierto criterio de apertura, que sepa que los cánones de corrección actual están vinculados con la norma culta y que eso no significa que no haya cosas que combatir, porque son anfibológicas, torpes, porque implican una terrible ignorancia, o una hipercorrección.
Aquí en México hay un conductor de televisión que terminaba su programa diciendo: “no somos nada”. Pero alguien le dijo que eso era una doble negación; entonces terminaba diciendo: “somos nada”. Eso es una aberración, la lengua no es un discurso matemático. Conozco personas que preguntan: “¿no llegó alguien?”, en vez de ¿no llegó nadie?, cuando la doble negación está en el latín y en todas las lenguas romance, y tiene prestigio de norma culta. Creo que hay que evitar estos barbarismos, sobre todo cuando proceden de asimilación de extranjerismos innecesarios. Pienso que cuando hay una palabra en español para designar algo, no es necesario buscar otra. Por supuesto, pensar que quienes hablamos español vamos a empezar a usar la palabra emparedado en vez de sandwich es una tontería, pero hay otras que se pueden evitar. "
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