Los notebook de Hawthorne
La editorial Belacqua publicó hace unos meses los Cuadernos Norteamericanos de Nathaniel Hawthorne, con prólogo de Eduardo Berti, en España. Ahora, la editorial Norma hará lo mismo para todo Latinoamérica. Se trata de una selección de las mejores entradas de los diarios del escritor norteamericano, que contiene 7 cuadernos y más de 500 páginas. En Radar Libros colocan el prólogo de Eduardo Berti.
Dice el prólogo: "Muchos escritores llevaron cuadernos de apuntes, con bocetos e ideas para su uso posterior. El caso de Nathaniel Hawthorne resulta particular porque los “gérmenes de relatos”, como los llamaba Valéry Larbaud, constituyen uno de los ejes más importantes, si no el más interesante, de sus American Notebooks. Hawthorne no publicó en vida sus diarios, ni los dejó listos para que fuesen editados póstumamente. Fue su viuda, Sophia Peabody, quien después del fallecimiento de su esposo, en 1865, tomó la resolución de hacerlos públicos, a partir de una propuesta de James T. Fields, editor de Hawthorne y responsable de la revista The Atlantic Monthly. En total, Hawthorne llegó a redactar tres volúmenes de diarios. Los Cuadernos norteamericanos abarcan el período de 1835 a 1852, etapa de formación y madurez literaria. Vinieron luego los Cuadernos ingleses y los Cuadernos franceses e italianos. Los American Notebooks corresponden a cuando Hawthorne vivía en los Estados Unidos y finalizan con su viaje a Inglaterra, donde cumplió funciones diplomáticas en Liverpool, desde 1853 hasta 1857. Los Cuadernos norteamericanos se componen, en rigor, de siete cuadernos distintos. La primera edición, por cuenta de Sophia Peabody, data de 1868 y llevó por título Passages from the Notebooks, dado que la viuda llevó a cabo una importante tarea de edición, selección y depuración. Para encontrar el primer intento de una versión íntegra hace falta remontarse al año 1900 y, sobre todo, a la edición de 1932 efectuada por Randall Stuart. Llenos de tesoros ocultos, los Cuadernos asombran por su calidad y variedad, ya que incluyen frases aisladas, fragmentos extensos, numerosas ideas narrativas o párrafos puramente descriptivos, estos últimos influidos a las claras por el Walden de Thoreau. “Pocos novelistas han observado la naturaleza con tanta atención”, llegó a escribir Paul Auster al respecto. A Henry James, en contrapartida, le impacientaban las descripciones, a su juicio anodinas, de “un perro, un paseo o una persona conocida en una taberna”. Salvo una decena de fragmentos traducidos en su oportunidad por Borges y Bioy Casares; salvo los pasajes traducidos por Carlos José Restrepo para su versión de El holocausto del mundo; salvo un largo trecho (julio-agosto 1851) conocido bajo el título de Veinte días con Julian y conejito (Anagrama) y que en rigor constituye casi un libro aparte, los American Notebooks permanecían inéditos en castellano. El olvido es imperdonable, máxime cuando estas páginas, además de amenas y rebosantes de imaginación, vienen a completar la imagen del escritor. En un breve ensayo titulado “Hawthorne en familia”, Paul Auster ha escrito que existen múltiples Hawthorne: el maestro de Henry James; el inspirador de la teoría del cuento de Poe; el creador de alegorías; el fabulador romántico; el cronista de la Nueva Inglaterra, y hasta “el precursor de Kafka”, según Borges. La ficción de Hawthorne puede ser provechosamente abordada bajo todos estos ángulos, cree Auster, pero no es menos cierto que existe asimismo “un Hawthorne más o menos olvidado”, a causa de la amplitud de su obra: un Hawthorne privado, amante de las descripciones paisajísticas, paciente cultor de las ideas y de los pensamientos fugaces, viajero e historiador de la vida cotidiana. Las páginas de estos cuadernos desbordan inventiva y son tan frescas que Hawthorne “deja de parecernos una venerable figura del pasado”, como bien ha estimado Paul Auster, para convertirse en un contemporáneo, un escritor en vigencia.
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