Hay-on-Wye
Como saben quienes leen Moleskine Literario, esta semana se está llevando a cabo en la ciudad galesa de Hay-on-Wye un Festival literario que se convierte poco a poco, año tras año, en el más importante del mundo. Un festival polémico, en todo caso, considerados para algunos sólo como un show de estrellas "mediáticas" y para otros -como Bill Clinton- un "Woodstock de la mente". El Festival, además, ha salido de los límites de Gales y se realiza en otros lugares, como Cartagena de Indias y Segovia.Pero no sólo los invitados y lo que ahí dicen es atractivo, la historia detrás del Festival también es estupenda: ¿cómo llegó un pequeño pueblo rural de Gales a convertirse en la ciudad con más librerías per cápita del mundo? Quien quiera saberlo, que leas esta crónica de Pablo Guimón para "El País".
Cuenta Guimón: "Cuenta Peter Florence [organizador del Festival] que, cuando llamó a Arthur Miller para invitarle a la edición de 1989 del Hay, el gran dramaturgo estadounidense le respondió: "¿Hay-on-Wye? ¿Es eso algún tipo de sándwich?". Hoy esa frase adorna las camisetas del 20º aniversario del festival. Un día soleado recibe a los visitantes que llegan en masas este segundo fin de semana. La gente guarda cola para sacar entradas, de entre seis y 14 libras, para alguno de los eventos que quedan. Unas 160.000 personas habrán asistido hasta esta noche a alguno de los actos de esta edición. Por estas carpas han pasado, en los últimos 10 días, cuatro premios Nobel (Wole Soyinka, Orhan Pamuk, Derek Walcott y Wangari Maathai), y también una buena representación de autores españoles y latinoamericanos, entre ellos, Javier Cercas, Almudena Grandes, Carmen Posadas, Héctor Abad Faciolince o Juan Gabriel Vásquez. El español es, probablemente, el segundo idioma más representado en el festival".
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El español será el segundo idioma del festival, pero si la proporción entre ambos se reparte en un 95% y un 5%, al final no va a servir más que para llenar un par de columnas en la prensa española.
Otra cosa son las secuelas, claro. Pero seguro que los anglosajones no se preocupan por si su lengua es la segunda o la décimoquinta en Cartagena o en Segovia. Ni falta que les hace.
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