Tortugas y horror
[EL MERCURIO] Dos noticias más de la Revista de Libros de El Mercurio. En primer lugar, un texto estupendo aunque extrañísimo, casi de pesadilla, de Juan Villoro sobre una visita a Dachau, uno de los pueblos donde existió un campo de concentración nazi, al que Juan llegó en pleno Mundial de fútbol a mediados de año para hacer un reportaje. Buscando un lugar para ver el aburrido partido Inglaterra-Paraguay, llegaron a una taberna en la que atendía una mujer. Había además una pecera con dos tortugas: "La propietaria no tenía a nadie más que atender, tomó un papel absorbente y se dirigió a un acuario al lado de nuestra mesa. Sacó de ahí una tortuga, la puso sobre el papel y se sentó muy cerca de mí. "Todo está bien, todo está bien", le dijo a la tortuga. Repitió la frase, una y otra vez, como un rezo. No había mucho que esperar del juego defensivo de Paraguay pero traté de concentrarme en el partido para no prestar atención a la anciana que decía: "Elvira, todo está bien". La miré de reojo: se frotaba el párpado con el pico de la tortuga. Después de unos minutos se dirigió a la parte trasera del bar. Regresó con otro papel. Lo abrió, muy cerca de mí. Contenía carne cruda. Arrojó los trozos al agua. Para mi sorpresa, las tortugas picotearon la carne". Una de la tortuga se llama Elvira. ¿Pueden prever cómo se llamaba la segunda tortuga? Seguro que sí.
El segundo artículo de interés es una reseña de Camilo Marks, el crítico habitual de la revista, en torno a Abril rojo, la novela de Santiago Roncagliolo. Aunque le reconoce algunos méritos, el tono de la crítica en general es negativo (aunque su reparo principal podría ser, para un lector diferente, una virtud). La reseña concluye así: "Sin embargo, los defectos menores de Abril rojo palidecen ante su falla mayor, que es la descripción del horror. Como se sabe, esto es una de las cosas más difíciles de lograr en la literatura y Roncagliolo, definitivamente, no pasa bien la prueba. En vez de sugerir o dar un par de efectos sensacionales, abruma con carnicerías atroces, incineraciones horripilantes, fosas con irreconocibles despojos, hedores intolerables, espeluznantes destrozos de personas y hasta crucifixiones de colgajos de seres que alguna vez pudieron pertenecer a la categoría de mamíferos superiores conocida bajo el nombre de homo sapiens. A la larga, tanta matanza termina por causar una peligrosa indiferencia, casi un acostumbramiento, pese al espanto, las náuseas o el temor que Roncagliolo atribuye a los protagonistas. Si no fuera por los reparos señalados, Abril rojo sería una buena novela; con todo, posee suficiente calidad y refleja el fructífero momento de la actual narrativa peruana".