La navidad de Saramago (y el Festivus)
[EL COMERCIO] Me sorprendo -¿me sorprendo?- en El Comercio con una nota navideña sobre José Saramago donde el portugués, como siempre tan agudo, tan original, tan profundo, tan lúcido, dice que "la Navidad nos hace vivir en una burbuja". ¡Qué sería de nosotros si Saramago no viniera a abrirnos los ojos! ¡Todos viviríamos más ciegos que los de su célebre novela! Además, criticó duramente la desigualdad social cubierta tras la alegría navideña. Además, hace una apreciación estadística impresionante: "ahora hay muchos más ricos que hace 50 o 100 años, mientras los pobres se han multiplicado". Se han multiplicado los ricos y también los pobres, ergo, ¡hay más seres humanos que hace 100 años! Impresionante. Claro, también dice "Este mundo no tiene solución, no nos merecemos la vida" pero ahí sí que no le entro, Pepe, yo creo que se te pasó la mano. Pero hay varias sectas que promueven el suicidio colectivo, puedes apuntarte.
En fin, lo que yo le recomendaría al Nóbel portugués es no hacer hígado y celebrar el próximo año el Festivus, conocida como "la fiesta para el resto de nosotros", creada justamente para acabar con el capitalismo feroz que gobierna las fiestas navideñas por un Saramago gringo: Frank Costanza, el padre de George, personajes de la genial serie Seinfeld. El Festivus se celebran los 23 de diciembre y como todo adorno se usa un palo de aluminio sin ostentaciones, que se puede comprar en internet. En vez de buenos deseos existe el llamado "the Airing of Grievances" (exposición de quejas) donde cada invitado le dice al otro lo que más le ha decepcionado de éste durante el año. En vez de una cena suculenta se puede comer cualquier cosa (Frank recomienda spaghettis). Y en vez de costosos regalos uno tiene que "Sólo dar algo que no se quiere y que creas que tampoco lo quiera quien lo reciba". Lo mejor de todo (esto le encantará a Saramago) es que el Festivus concluye con una pelea tribal, que se realiza en el suelo, entre el Jefe de familia y una persona elegido por él y que cambia cada año. La fatalidad de ser elegido como contrincante no puede ser rechazada, salvo que se tenga algo mejor que hacer.