El caso McEwan
[RADAR LIBROS] Hace unos años, la historiadora María Rostworowski acusó a Alvaro Vargas Llosa de haberla "plagiado" por utilizar datos aportados por ella en uno de sus libros de historia para escribir su novela La mestiza de Pizarro. Muchos años antes, una persona acusó a Nicolás Yerovi también de haber "plagiado" un libro (escrito por el mismo Yerovi), haciéndose pasar por co-autor por haberle dado a Yerovi datos e informaciones que lo ayudaron a escribir la novela (el asunto auténticamente kafkiano está aún en Indecopi, y parece cada vez más complicado de resolverse). ¿Hasta qué punto el investigador que aporta una serie de datos concretos, históricos y reales, sobre cualquier punto, puede sentirse autor intelectual (y por tanto dueño) de esos datos? Con mucha bulla, acaba de ocurrir eso en Inglaterra donde una periodista acusó al estupendo Ian McEwan de haber plagiado datos publicados por Lucilla Andrews -una escritora de novelas rosas- para componer su novela más celebrada: Expiación.
El lío tuvo cierta resonancia en los medios hace unos meses, pero ya pasó. El suplemento Radar Libros ha comentado el tema y ha publicado un fragmento de la carta con que McEwan defendió su postura con una enorme dignidad y, por supuesto, con la sensatez de quien tiene la razón: "Cuando uno cruza y vuelve a cruzar las líneas entre la fantasía y el registro histórico, se empieza a sentir una pesada obligación por ceñirse a lo estrictamente fáctico. Y sobre todo a la hora de escribir sobre la guerra: uno siente un respeto por el sufrimiento de una generación arrancada de sus vidas ordinarias para ser arrojada en el medio de una pesadilla. Así, investigar a las enfermeras de Nightingale fue la parte más difícil. Entendí que, respecto de ellas, los historiadores habían descuidado su tarea. A través de un puñado de cartas empecé a vislumbrar la realidad que estaba buscando, pero la información era vaga. Entonces me sucedió algo extraordinario: encontré en una biblioteca médica de Oxford un tomo perdido de No Time for Romances, la autobiografía de Lucilla Andrews, una novelista que escribía romances de hospitales (mi madre solía leer sus novelas con gran placer). Allí estaba todo lo que necesitaba, incluso mucha información ausente en los registros oficiales. Era un documento histórico invalorable. Lo que ella narraba no eran mundos imaginarios, no era ficción. Para mí era muy importante saber que esos hechos verdaderamente ocurrieron. Me iluminó inmensas zonas históricas, y siempre le estaré agradecido. He hecho pública mi deuda con ella en las notas de autor al final de Expiación, y he hablado de ella en cuanta entrevista me han hecho sobre el libro, sobre todo para contestar una recurrente pregunta: “¿De dónde saca sus ideas?”.