MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Frabrizio Mejía en Babelia

Fabrizio Mejía. Foto: Iván Thays Fuente: moleskine

Genial el artículo del mexicano Fabrizio Mejía en Babelia. El comienzo es tajante, como un cuchillo. Dice: "Durante medio siglo, América Latina contó con un conjunto de mitos que le permitían rebasarse: era desigual, pero se imaginó abundante; era corrupta, pero creyó en la justicia; era violenta, pero practicó la convivencia. Esos tres mitos hoy están en declive y se abre una era en la que Latinoamérica prefiere pensarse como monstruo más que como prodigio." El final es más bien críptico o una extraña broma, o un acertijo sin solución (o las res cosas juntas, tratando de Fabrizio): "Latinoamérica ahora es el futuro de Europa." Coloco un fragmento. No se pierdan la anécdota de Lavoe, es buenísima (¿se la habrá inventado Fabrizio?) Uds. léanlo completo. Dice la nota:

En Latinoamérica, la ley y la justicia casi nunca coinciden. Dentro de la Columna a la Independencia en Ciudad de México hay una estatua de un hombre barbado quien, amarrado de las manos, mira al horizonte. Desconocido y sin letrero que lo identifique, es Guillén (William) de Lombardo (Lampart), un irlandés nacido en Wexford en 1616. Es llevado ante la Inquisición el 26 de octubre de 1642, acusado de proclamarse "rey de México", de querer liberar a indios y esclavos y de falsificar documentación real. Tras conspirar dentro de la cárcel con el astrólogo Melchor Pérez de Soto, "víctima de la imaginación y la melancolía"; José Bruñón de Vertiz, "El Caballero del Milagro", y Pedro Aponte, "inmune al dolor físico", escapa la Navidad de 1650 sólo para pegar una proclama: "No hay petición ni forma de justicia que la arbitraria". Guillén de Lampart es recapturado. Se le prohíbe entonces tener pluma y papel. Escribe con lodo sobre una sábana. Se le tortura. Hace una huelga de no bañarse. Escribe contra la Inquisición y la libertad de expresión. El 19 de noviembre de 1659 es finalmente puesto en una pira para quemarlo, pero él se arroja sobre el collar que le sostiene la cabeza y se ahorca antes de que lo enciendan. La acusación no es política: se le encuentra culpable de tener relaciones con el diablo porque, con los indios, comía peyote y alucinaba que él sería el nuevo gobernante de una Nueva España independiente. Más de dos siglos después, el novelista Vicente Rivapalacio lo convierte en un enamorado incurable y víctima de una conspiración de mujeres despechadas. En la celda le inventa un compañero: El Zorro. Es el mismo apodo que tenía el verdadero independentista de México, el cura Miguel Hidalgo. Casi un siglo después de consumada la independencia mexicana, Johnston McCulley crea a Diego de la Vega, El Zorro, en un pueblo de California. Lo demás lo hacen Douglas Fairbanks y Antonio Banderas. Pero el héroe latinoamericano requiere del escondite para ser realmente justiciero: tras una máscara, un pasamontañas, una espesa barba, son el espejo de sus enemigos: los omnipresentes caciques, los narcotraficantes, los presidentes demócratas que se reeligen y gobiernan con el ejército. Lo mismo Hugo Chávez que Álvaro Uribe, que Calderón. Los latinoamericanos siempre esperamos que salgan los Zorros para hacer justicia, la hagan con lujo de ingenio y se retiren. La secrecía, la movilidad, el anonimato, son indispensables para que no se les atrape, pero también para que sean admirados. En la lucha libre, el ganador conserva su máscara. La pregunta detrás del mito es muy simple: la ley es de los poderosos, pero debe haber alguien que la enfrente. Alguien que nos rescate, que nos organice, que nos diga qué hacer. Y que, luego, sea tan anónimo como todos nosotros, como una estatua de Lampart sin su nombre.. Quizá la idea más radical que Latinoamérica tuvo durante el barroco fue que todo cabía, que nada sobraba en el atrio de una iglesia: dioses, demonios, motivos indígenas, adornos romanos. La volvió a tener en el muralismo mexicano: en una pared convivían pobres, ricos, dictadores, guerrilleros, la muerte, indios y españoles. Y se reencontró con ella cuando, en 1962, los músicos puertorriqueños en Nueva York comenzaron a llamarle "salsa" a un momento de la pieza musical en la que se duplicaba el ritmo. El mundo estaba en riesgo de terminar por los misiles soviéticos en Cuba, y la música que se hacía en el Bronx trataba de hacer un último baile de convivencia: jazz, música cubana, puertorriqueña, dominicana, colombiana, tango y samba. El panameño Rubén Blades ha dicho que la "salsa" no es un estilo ni un género, sino un concepto. Es justo el mito de la diversidad que convive, que improvisa la existencia, que no la planea, sino que le da un cauce para fluir. Este mito de que todos son "nosotros" encuentra un desenlace en 1991. La orquesta del puertorriqueño Héctor Lavoe es invitada a tocar en una fiesta del narcotraficante colombiano Pablo Escobar. El capo, que sólo en ese año mandó asesinar a 7.000 personas, está, durante tres horas, resolviendo sus negocios de cocaína y no escucha la "salsa" de Lavoe. Lavoe está en el jardín y le han pedido tres veces que cante El cantante, su máximo hit. Lo ha tocado sin chistar. Para cuando Pablo Escobar baja a la fiesta, se ha perdido la actuación de Lavoe, que ya está cenando. Y entonces, Escobar pide El cantante por cuarta vez. Lavoe se niega a interpretarlo de nuevo y, acto seguido, su orquesta es encerrada en el sótano de la casa. Los narcotraficantes les quitan los zapatos a los músicos. Creen que van a morir y Lavoe logra escapar por una ventana. Corre a la carretera más cercana y detiene un taxi. Cuando el taxista mira que no tiene zapatos, duda de que el pasajero tenga dinero para pagarle. "Soy Héctor Lavoe", asegura, asustado, el músico. El taxista duda y le propone: "A ver: cánteme El cantante". Estos tres mitos latinoamericanos de prosperidad, justicia y tolerancia no parecen agotarse con la llegada de la democracia militarizada y el libre comercio de los monopolios. Pero, sin duda, se transformarán en una casa que todavía nadie habita. La Europa de Berlusconi y Sarkozy y la América de Chávez y Uribe parecen naufragios. Ambas geografías vamos a necesitar refundar nuestros mitos. No sé cómo. Todo lo que sé es que, al revés de otros tiempos, Latinoamérica ahora es el futuro de Europa.

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1:27 p. m.

Querido Iván. Yo no invento más que lo que me consta. Un abrazote, Fabrizio.    



8:10 p. m.

Estimado Ivàn. Yo lo que veo en este largo pàrrafo que citas es la impronta de Gabo. Buena o mala no la voy a juzgar porque esa no es mi intenciòn al escribirte.Pero es necesario decir que el tono trae reminiscencias de las citas a Pigafetta y otras hipèrboles con las que el colombiano adornò su discurso de aceptaciòn del Premio Nòbel.Y , tal vez, lo que voy a decir de hipèrboles y de su cotejo se trata.
Soy salsero de corazòn (Callao 100%) y algo sè de mis quereres y su historia. Sucede que el año(1991)que Fabrizio Mejìa señala ocurriò esa presentaciòn de Lavoe ante Pablo Escobar nos pone al igual que tù en la situaciòn de preguntarnos si es un invento.Me explico. El año 1988, hecho leña por la vida que le tocò vivir(adicciòn a las drogas, diagnosticado con VIH,asesinato del hermano al igual que de la suegra, muerte del padre y del hijo querido por un disparo accidental, fracasos en varias presentaciones)intenta suicidarse arrojàndose del noveno piso del hotel donde se alojaba en el barrio El Condado en Puerto Rico.Despuès de esto nunca se pudo recuperar de los estragos que este hecho le ocasionò.Sus cuerdas vocales quedaron dañadas, se le paralizò medio cuerpo obligàndolo a terapias intensas y dolorosas. Es decir ya Hector no fue el mismo como cantante ni como showman, por lo que es dìficil aceptar que esa presentaciòn de 1991 haya sido posible, salvo, como alguièn me sopla a mi costado, en silla de ruedas que era el medio en el que Hèctor se movilizaba por aquel entonces.En fìn el lapso que restò hasta su muerte en 1993, fue la patètica pelìcula que no querìamos ver de un espectro peleando solo en el stage por no desmerecer su leyenda que ya vivìa en la memoria que hoy le rinde homenaje a veces tergiversàndolo.
Y el reparo no tiene nada de moral, ni de preguntarse quièn fue màs pecador si Lavoe o Escobar. Solo intenta precisar que la gran hipèrbole que es Amèica Latina no necesita que la exageremos sino, a la manera tal vez de Gabo, contarla como sucediò.
P.D. Esta versiòn de Hector ante Pablo no es nueva. Circula como un ejercicio que ellos (otra vez los colombianos) llaman mamada de gallo(fanfarroneo para nosotros) que desde luego les sirve siempre para aparecer en primer plano.
P.D.II Ivàn, todavìa es enero y es vàlido el abrazo y el deseo de un feliz año.    



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