Vargas Llosa sobre Szyszlo
[EL COMERCIO] La última "Piedra de Toque" de Mario Vargas Llosa está dedicada a comentar el tema del Museo de Arte Contemporáneo y la bronca que se armó entre los pintores para eviatr que se conozca a ese Museo como Museo Szyszlo. Es interesante porque aporta datos nuevos que explicarían muy bien para los legos -entre los que me incluyo- el punto de quiebre del problema. En primer lugar, Vargas Llosa reconoce que la ambición de hacer u n Museo de Arte Contemporáneo es muy antigua y que jamás tuvo apoyo de entidades públicas. Luego, nos remite a la idea de un importante economista -no nombrado- quien al ver los Museos Tamayo en México y Botero en Colombia, se le ocurrió que podría haber un Museo Szyszlo en el Perú. Luego, ambos hilos de la madeja se enredad -y esta explicación no la había oído hasta ahora, y al menos para mí impone una nueva perspectiva en el asunto-: "conociendo mi vieja amistad con Szyszlo, los directivos del IAC me llamaron para pedirme que los ayudara en una gestión que acababa de ocurrírseles para salvar el proyecto del IAC, que, debido a la falta de recursos, podía colapsar: proponer a Szyszlo que, a su vez, propusiera a los empresarios que trabajaban en el proyecto del museo dedicado a su obra que fundieran ambas iniciativas en una sola y dedicaran todos los recursos a terminar el Museo de Arte Contemporáneo, el que, por ello mismo, llevaría el nombre del pintor al que querían homenajear".
Este argumento pone en una situación incómoda a muchos pintores que participaron en la polémica y que probablemente conocían los pormenores de este enredo que el público general recién ahora conoce en labios de uno de sus protagonistas (involuntarios). Vargas Llosa aprovecha la ocasiòn para hablar de la envidia y una explicación para el exilio que es la naturaleza de la mayoría de escritores peruanos: "los creadores de cualquier género viven aquí (en el Perú) con un irremediable sentimiento de encierro y marginalidad, de asfixia, lo que exacerba las rivalidades, las guerras intestinas, los odios y emulaciones fratricidas. Y la permanente sospecha de que en este pequeño ámbito no hay espacio más que para uno solo, que si alguien tiene éxito desaparece a los demás. "Tener éxito" en un contexto así significa arrostrar la furia y la enemistad de los colegas. No es extraño, por eso, que tantos escritores y artistas jóvenes sueñen con escapar de esa opresiva trampa y exiliarse a lugares donde crear sea una experiencia más exaltante, menos castradora y sórdida".
En la foto, Fernando de Szyszlo y Mario Vargas Llosa en Leeds.