Grass seguido por la Stasi
La Stasi, lúgubre grupo de inteligecia alemán célebre por la película La vida de los otros, ahora está abierta al público. Junto a Santiago Roncagliolo y Nacho Padilla paseamos por sus reducidas celdas húmedas, sus laberínticas oficinas de decoración vintage, sus patios extensos que no quitan la sensación de opresión incluso afuera, guiados por un ex-preso político. Un libro recién publicado muestra que la Stasi siguió a Gunter Grass durante años. ¿Alguien se sorprende? Dice la nota:
Grass dice haber sido "sólo a veces" consciente del seguimiento de que era objeto desde que ponía los pies en la estación de la Friedrichstrasse, al cruzar a Berlín Este, y tampoco de la cooperación de algunos editores y escritores orientales, como Hans Marquardt, Hermann Kant o el dramaturgo Manfred Wekwerth. "Nunca se me hubiera ocurrido que Marquardt fuese un cómplice fijo a sueldo de la polícia. Igualmente sorprendente fue saber que Hermann Kant, ya desde el mismo 1961, escribió los primeros informes sobre mí". El libro, recopilado por el editor Kai Schlüter y que sale al mercado el día 12, incluye el informe de 700 páginas que sobre Grass elaboraron durante 30 años los agentes de la RDA. Tras el estreno de su pieza teatral sobre el primer levantamiento obrero contra un régimen socialista, "Los plebeyos ensayan la revolución", Grass fue declarado por las autoridades de la RDA "enemigo del estado". La Stasi intentó impedir el estreno de la obra en Berlín occidental en 1966, pero su seguimiento empezó según la editorial después de que éste criticara -con el lema "Dad a los escritores la libertad de expresión"- el levantamiento del Muro de Berlín, en 1961. Luego mantuvo el cerco a sus visitas, durante los encuentros literarios celebrados en apartamentos privados en la RDA, entre 1974 y 1978, cuando el círculo fue roto con la deportación del poeta y cantautor Wolf Biermann. "Nunca se me arrestó directamente", admite Grass, "pero sí se me urgió a veces a acompañar a un policía fronterizo a una habitación sin ventanas. Ahora que, en cuanto se cerró la puerta, empezaba a armar jaleo. Golpeaba la puerta de metal, recordando una frase de mi corto periodo como soldado: '¡Quiero hablar con el oficial de guardia'", rememora Grass, que fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999.
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