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Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Más sobre el encuentro en Madrid

Paolo de Lima, poeta peruano que vive en Canadá, me acaba de enviar un artículo sobre el Encuentro de Escritores en Madrid (no escrito por él, por cierto, sino por alguien que no merece ser mencionado) publicado, me parece, en la Revista de Literatura Peruana, una revista que lo único que hace es buscar dividir la literatura peruana en dos: la de ellos y la del resto. El texto está muy mal escrito, lamentablemente, lo que en principio descalifica al autor pues ¿bajo qué bases puede calificar alguien lo bueno o malo de otro autor si él mismo no sabe escribir una frase sin enredarse con las comas? Cuando no se embotella en términos de apariencia antropológica, libra su falta de argumentos apelando a adjetivos como “chulescos” y “macarras” ( que usó para descalificar a los autores de la mesa en la que yo participé). En aquel texto somos testigos nuevamente de la envidia, el prejuicio y la mezquindad con que algunas personas pretenden descalificar a los autores que, curiosamente, no son de su argolla, llamándolos “argolleros”.
De todas las estupideces que el cantinflesco cronista menciona, la más ridícula es aquella con que pretende descalificar el interés que despertó en varios de los participantes la obra de Daniel Alarcón -de quien he hablado en este blog-, un joven autor peruano que escribe en inglés y publica en EEUU. Dice el cronista que por alabar a Alarcón “ni siquiera se planteó el ejercicio de interculturalidad dentro del Perú”. No entiendo por qué alabar la obra de un autor implique desconocer la de otro. El hecho de que alguien hable bien de un escritor como Alarcón no signifique que le esté dando la espalda a los "escritores interculturales", como los llama con este sujeto sin explicar a quiénes se refiere. La obra de Daniel Alarcón es un ejemplo más de las múltiples caras que tiene la literatura peruana (y en este caso, diría incluso latinoamericana), y que despierta especial interés porque la migración peruana en EEUU es un fenómeno importantísimo para la vida económica y social del país. Pero eso no quita que existan otras voces igual de interesantes en la literatura peruana, como el mismo Daniel Alarcón lo mencionó en su ponencia, comentando sobre la literatura que podrá escribirse en los conos de Lima, por autores cuyos padres o abuelos son migrantes y han conseguido crearse un espacio autónomo e independiente, a contrapelo de esa Lima reducida que se espantaba del crecimiento demográfico y las barriadas de hace cincuenta años, que definitivamente ya no existe.
El sujeto se escandaliza, además, de que yo en mi discurso haya mencionado a Dina Páucar y a Chacalón, músicos populares de enorme éxito en público y que son la prueba de la existencia una sensibilidad distinta que busca reconocerse en un arte propio. Es ese público al que los autores migrantes o regionales o "interculturales" podrían acceder si saliesen de ese encasillamiento al que se han sometido, según el cual la “literatura peruana” solo puede hablar de piedras que se convierten realista-mágicamente en pumas; abuelas que se niegan a abandonar las arguedianas e incorruptibles alturas andinas para no someterse a la maldad virreynal limeña; o libros donde se “humaniza” a los terroristas mostrando cómo comen o cómo se enamoran antes de morir "heroicamente" por su ideología. Claro, cada uno puede y debe escribir sobre lo que quiera. Pero que quede claro que son quienes pertenecen a esa argolla telúrica, intolerante y lacrimosa, los únicos culpables de no superar la dicotomía andino/bueno vs. urbano/malo, valiéndose para ello de falsos enfrentamientos en una literatura peruana que –pese a quien le pese- es absolutamente plural y diversa como lo es el país mismo.
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