Lispector reseñada
Mercedes Monmany abandona el expansivo territorio de Europa Central y se interna en la interioridad de las casas brasileñas de portillos cerrados, al escribir sobre la edición de Siruela de los Cuentos Reunidos de Clarice Lispector. El título de la reseña es el mismo que el de una colección de relatos de la autora, uno de los mejores libros que he leído en mi vida: Felicidad clandestina. Dice la reseña:
Pocos autores como esta maravillosa y turbadora escritora, nacida en Rusia, mientras su familia, judía, huía de la Revolución y la Guerra Civil, han sido tan consecuentes desde el principio con ellos mismos y con su propio estilo o marca de identidad personal. Desde su precoz y sorprendente primera novela, Cerca del corazón salvaje, escrita a los 17 años, aunque publicada tiempo después, en 1944, la fuerza sensual y envolvente de su arrolladora prosa poética quedaría tan grabada en la circulación sanguínea de su manera de hacer literatura como los vaivenes espirituales y sensoriales de sus protagonistas. Unas protagonistas que, creyendo «haber apaciguado la vida», cuidando con precaución de que no «explotara», como sucede en el relato «Amor», un día, sin previo aviso, como una repentina epifanía, se tienen que enfrentar a la crudeza del mundo, a la idea de la muerte, de la más absoluta soledad, de la extrañeza de lo que les rodea; en definitiva, a algo que ya siempre les hará mutar en algo nuevo y desconocido: algo que ahora llevan pegado sin remedio al paladar y que es el sabor de «una vida llena de náusea dulce». (...) Ya desde su primera novela, Lispector consiguió desconcertar a lectores y críticos. Las más inmediatas adjudicaciones o raíces reconocibles se refirieron a Joyce, al cual confesó no haber leído por aquel entonces, y por supuesto a Virginia Woolf y su corriente o flujo de conciencia femenina, una comparación que ella siempre rechazó. Como diría posteriormente, otros habían influido en aquella adolescencia voraz de lecturas que revela el bellísimo relato cruel y rebosante de placeres fanáticos y de «éxtasis» maravillados que es Felicidad clandestina: por un lado, el haber leído a los 13 años El lobo estepario, de Hermann Hesse -un auténtico «choque»-, y, por otro, el encuentro emocionado que tuvo a los 15 al entrar en una librería y abrir al azar el libro de una escritora con la que se identificó desde el principio y que le apasionó: Katherine Mansfield. Proclive a sentir, indagar y profundizar en la realidad que provenía de la experiencia y de lo vivido, minuciosa sismógrafa de la pasión amorosa en todos sus estados y delirios más neurasténicos, Lispector se alejó siempre de los excesos de un frío intelectualismo que, según ella, como dirá en el relato «La salida del tren», tan sólo ponía trabas a la percepción de la vida auténtica y de los sentidos. O, si se prefiere, trampas y obstáculos artificiales a ese rastro mágico, místico y visionario que rodea los dolorosos «vía crucis» del cuerpo y de las vertiginosas zonas intermedias y corrosivas que abundan en sus relatos.
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Se muy prometedor, uy, a los 17, a esa edad me hubiera gustado publicar algo =/
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