MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

¡Estoy contigo, Mayra!

Lucián, el bello hijo de Mayra Santos Febres, ante la atenta mirada y el babero de su madre. Fuente: LUGARMANIGUA

Conozco, admiro y adoro a Mayra Santos Febres desde hace una década, aunque nuestra amistad se ha afianzado en los últimos años. Y como adoro a Mayra, también adoro al buenote de su compañero Mario y a sus dos hijos hermosos, Aidara (2 años, la conocí recién nacida) y Lucián (4 años, ya está criado). Pero además de admirar, conocer y adorar a Mayra y a su familia, tengo un hijo de seis años y por eso puedo sentir como mía la indignación y la frustración en el último post de Mayra Santos Febres en su blog "Lugarmanigua" sobre una mala experiencia en la tienda Ekléctica del viejo San Juan. Para mi sorpresa, la volcánica Mayra se comportó como una lady. De haberme sucedido a mí y a Andreas, seguro cogía un bate de béisbol y le rompía el eclecticismo y todas las cortinitas de la amargada ésa. Es indignante para un padre soltero como yo cuando un aguafiestas le pide a mi hijo que no coja eso, como si sus manos fueran tijeras o manchas de tinta, que no ría tan fuerte en un lugar público, o que no corra por los pasadisos de las tiendas de departamentos (como si no nos antojara a todos correr por esos laberintos y jugar un rato como niños). Idiotas. Dejo aquí la anécdota solo como solidaridad y pretexto para mandarle un abrazo fuerte a Mayra, Mario, el bello Lucián y la adorable Aidara. ¡Y que brinquen y salten y toquen y ensucien todo lo que quieran en el Mundo, que el Mundo es de ellos!
[...] Entramos a Eclectika, frente a Marshalls. Allí, a Lucián y a Aidara les llamó la atención una cortina de campanitas que cuando ellos la tocaban, sobana hermoso. Pensé en cobijarme en esa tienda porque conozco a Maria y a otra de las dependientas. Había sido cliente asidua y pensé que allí me iban a entender. A darme cobijo con mis hijos mientras llovía. Pero quien estaba allí era un americano flaco que me miró con cara de pocos amigos desde que entré. No hice mas que trasponer la entrada cuando ya me estaba diciendo en un español mal mascullado- los niños no pueden estar jugando así con las cosas. Agarré a Lucián y a Aidara y salí de la tienda. Me senté afuera, donde estaba un banquito, a esperar a que Mario llegara con el carro y a cobijarme de la lluvia inminente. Una gringa más flaca que el de adentro salió a decirme- "Estos bancos son privados. Se tiene que mover de aquí. "Yo comencé a caminar anonadada. No lo podía creer. Me sacaban de adentro y de afuera de la tienda. Y todo porque andaba con mis dos niños. Sí, son pequeños. No son los niños mejor portados de la faz de la tierra. A Lucián le gusta correr por las tiendas. A Aidara, tocar cosas. Tienen 4 y 2 años. Pero son gente, que un días e convertirán en adultos. Que tienen que aprender a interaccionar con espacios públicos. Si nos permiten pisarlos.Viré hacia la tienda y me le encaré a la dueña. Le dije que esas no eran formas de tratar a un cliente. Que , a fin de cuentas, mis hijos no estaban jugando, ni gritando, ni rompiendo nada. Que nunca más volvería a comprar nada en la tienda. Ella, me dijo que no había nada qué discutir, Que me guardara mis razones. Que si yo no puedo "controlar a mis hijos", ella tiene derecho a reservarse la admisión dentro de su tienda. Y fuera también. Mis niños se portaron en Ecléticka mejor que en las demás tiendas. No se treparon en ningún sitio, no tiraron nada, no gritaron, dijeron hola, buenos días y Lucián , asustado, dijo "perdón" al primer dependiente que nos sacó de la tienda . Mientras discutía con la otra mujer, Lucián quiso congraciarse. Le enseñó un coquí que le habíamos comprado. "Esto es un coquí"- le dijo. "En muy bonito". La dueña lo ignoró totalmente y siguió en su diatriba de controlar a los niños -como si yo fuera una madre supervisada por el Departamento de la Familia. En que ella tenía derecho a reservarse mi admisión. "Derecho de adimisión". Cada vez, veo más de estas actitudes anti- madre y anti- niños en la calle, en establecimientos públicos, tiendas, restoranes, etc. Y los niños, ¿dónde van a aprender a comportarse. a interactuar. A ser gente. ¿O fue que la estadounidense me trató así por razones distintas a que yo era una madre de nenes chiquitos? ¿Era porque yo era una madre negra con dos nenes, negros también? ¿Sin padre cerca? ¿Obviamaente, una madre que no puede controlar a sus hijos? A la gente que teine hijos, les recomiendo que no pisen esa tienda. Les van a hacer pasar un mal rato. Yo ya no lo haré. Por la cara de mi hijo asustado, intentando congraciarse con aquella "dueña" de tienda que no lo haré. Nunca más.

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9:13 a. m.

Es triste que la gente no tolere a los niños. Y si, estoy de acurdo contigo, Iván. Si le hace eso a Laura, mi pequeña hija de 3 años, les "rompo la madre", como dicen los mexicanos, y un poco más allá de la madre...    



8:44 a. m.

Por acá (México) les hubiéramos dicho a esos gringos: Vayan y chinguen a su madre.

¿Cómo diablos se atreven a reservarse el derecho de admisión? En muchos países esa práctica es ilegal, y allá en PR es al menos inmoral.

Es en momentos como este cuando, para reactivar el consumo, la atención a un cliente debiera ser perfecta.    



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